El territorio que hoy conocemos como la provincia de Coclé fue el escenario de una de las culturas precolombinas más fascinantes de Panamá y Mesoamérica: la cultura Coclé, que floreció entre los siglos V y XV d.C. Esta civilización dejó tras de sí un legado impresionante en forma de cerámicas policromadas, joyas de oro finamente trabajadas y sitios ceremoniales, entre los que destaca el complejo arqueológico de El Caño, un cementerio monumental descubierto a finales del siglo XX que reveló prácticas funerarias altamente sofisticadas.

Los habitantes originarios de Coclé no solo eran talentosos orfebres y ceramistas; también formaban parte de una compleja red de intercambio que se extendía a lo largo del istmo y más allá, conectando la región con culturas de Sudamérica y Centroamérica. Estas sociedades indígenas estaban organizadas en cacicazgos y poseían una relación íntima con la naturaleza, la agricultura y lo espiritual, como lo demuestran los restos de altares, enterramientos y objetos rituales hallados en distintos puntos del valle coclesano. Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, la historia de la región cambió drásticamente. Coclé fue una de las primeras zonas en ser exploradas y sometidas, debido a su ubicación estratégica en el corazón del istmo y su potencial agrícola. En 1522, fue fundada Natá de los Caballeros, una de las poblaciones más antiguas en tierra firme del continente americano que aún existe, establecida apenas un año después que la ciudad de Panamá.

Durante la época colonial, Coclé fue una región productiva, especialmente en la ganadería, la caña de azúcar y la agricultura de subsistencia. Pueblos como Penonomé, que también tiene origen colonial, crecieron alrededor de las actividades comerciales y la administración española. Tras la independencia de Panamá de España en 1821 y posteriormente de Colombia en 1903, Coclé adquirió identidad propia como provincia, aunque su configuración territorial ha cambiado con el tiempo. Su desarrollo fue impulsado en parte por la construcción de la Carretera Panamericana, que facilitó el transporte de bienes y personas, conectándola mejor con el resto del país.

Hoy, la provincia honra su pasado ancestral a través de museos, fiestas tradicionales y proyectos de preservación arqueológica, mientras sigue siendo un puente entre el pasado indígena, la herencia colonial y la vida moderna del Panamá rural.

La provincia tiene una diversidad geográfica que abarca desde fértiles valles hasta elevaciones montañosas en la cordillera Central. Hacia el norte, destaca el Parque Nacional Omar Torrijos, con colinas cubiertas de bosque nuboso. Al sur, la provincia se abre hacia el litoral del Pacífico con extensas playas y terrenos planos.

El clima es tropical, con una estación seca de diciembre a abril y una lluviosa de mayo a noviembre. En las tierras bajas, las temperaturas son cálidas (25–34 °C), mientras que en zonas montañosas como El Valle de Antón, el clima es templado y más fresco (18–24 °C), ideal para caminatas y ecoturismo.

Coclé tiene una identidad cultural rica y diversa. En Penonomé se celebra uno de los carnavales más conocidos del país. Las comunidades rurales conservan tradiciones artesanales, como la elaboración del sombrero pintado, declarado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la UNESCO. También son comunes los bailes típicos, festivales folclóricos y la gastronomía tradicional.

• La Cultura Coclé y su legado – Instituto Nacional de Cultura.
• Guía turística de Coclé – Publicación del Patronato de Turismo Rural.
• Sombrero Pintado: Historia y Técnica – Ensayo disponible en bibliotecas locales.

Aunque la provincia no cuenta con un aeropuerto internacional, existen vuelos chárter privados al aeropuerto de Río Hato (Aeropuerto Scarlett Martínez), ubicado cerca de las playas. El principal acceso aéreo es vía Ciudad de Panamá, desde donde se continúa por tierra.

No hay puertos turísticos de gran escala, pero algunas actividades marítimas y embarcaciones privadas operan desde la costa pacífica, especialmente en zonas hoteleras como Santa Clara y Farallón.

Desde la Terminal de Albrook en Ciudad de Panamá, salen autobuses frecuentes hacia Penonomé, Aguadulce y otras localidades coclesanas. El viaje a Penonomé dura entre 2.5 y 3.5 horas, dependiendo del destino exacto.

Se accede fácilmente por la Carretera Panamericana, que atraviesa la provincia de este a oeste. El viaje desde la capital a Penonomé toma unas 2.5 horas en auto particular. Las carreteras internas están en buen estado, aunque en zonas montañosas pueden ser más estrechas y sinuosas.

• Museo Arqueológico El Caño: Sitio precolombino con excavaciones abiertas al público.
• Iglesia San Juan Bautista (Natá): Una de las iglesias más antiguas del país y de América continental.
• Mercado de artesanías (La Pintada): Ideal para conocer y adquirir sombreros pintados y otras piezas artesanales.

• El Valle de Antón: Pueblo montañoso en el cráter de un volcán extinto, con cascadas, senderos y biodiversidad.
• Parque Nacional Omar Torrijos: Reserva natural con senderos, miradores y vida silvestre.
• Cerro Gaital y Cerro Caracoral: Opciones para excursionismo con vistas panorámicas.
• Parque Nacional Sarigua.

• Playa Blanca: Famosa por sus resorts y arenas claras.
• Santa Clara: Playa tranquila, popular entre locales y turistas.
• Farallón: Zona hotelera con acceso a deportes acuáticos.
• Playa La Antena (Aguadulce): Punto pesquero con encanto rural.

• Carnaval de Penonomé: Considerado uno de los más grandes del país, con desfiles acuáticos y terrestres.
• Festival del Sombrero Pintado (La Pintada): Celebración del arte y la identidad cultural coclesana.
• Fiestas patronales en Natá, Aguadulce y Antón.

• Guacho de mariscos: Arroz caldoso con productos del mar.
• Sopa de frijoles con carne salada: Tradicional en el interior del país.
• Bollo de maíz nuevo y chorizo tableño.
• Dulces de caña, cocadas y alfeñiques.
• Batidos y jugos de frutas locales.